Breve historia del español

Por Marc L. Nash

Lenguas no romances que influyeron en la formación del español:

El sustrato prerromano original, o por lo menos hasta donde la historia muestra, vendrían a ser el vasco y el ibero, sin nombrar todas las antiguas lenguas iberas, muchas de ellas venidas de África. A este sustrato se añade la influencia de los celtas, los fenicios, los griegos y los cartagineses, los cuales penetraron la península por el Mediterráneo en busca de intereses mercantiles. El vasco, lengua no indoeuropea es el sustrato más antiguo. En 1821, Humboldt dijo que el vasco es de origen “ibérico”, ya que parece haber estado ahí desde siempre. Hasta donde se puede comprobar, el vasco y el ibero han estado en la península por los menos 300 años antes de la era común (AEC). Sin embargo, las investigaciones más recientes proponen un origen extra-europeo para el vasco. Las préstamos léxicos del español al vasco son abundantes: pizarra, izquierda, urraca, chaparro, cachorro, zurdo, perro, etc. Entre las muchas palabras iberas tenemos barro, conejo y gordo.

Otro sustrato del castellano es el celta primitivo, lenguas indoeuropeas (gaélico, irlandés, bretón, etc.), que se extendió por toda la península a partir más o menos del siglo XII AEC. Los celtas eran un pueblo siempre en la defensiva que vino a quedarse, por lo tanto, dejaron en España, sobre todo en Galicia y Portugal, una fuerte huella lingüística: camisa, vasallo, legua, cerveza, bota, carro, lanza, conejo, gancho, álamo, losa, carpintero, camino, entre muchos más. Los fenicios, los griegos y los cartagineses también dejaron su legado en el español entre el siglo XII hasta el siglo III AEC, sobre todo en el sur de la península, pero por no ser pobladores o colonos, casi no dejaron huella lingüística directa (el griego en realidad entró a través del latín, que las acogió primero). Estos grupos dejaron su huella en la toponimia: Málaga, Cartagena, Ibiza y la palabra Hispania, que el romano naciente usó para llamar al país recién conquistado.

El estrato griego que llegó a la península a través del latín prestó vocablos en los ámbitos técnico, botánico, científico y hasta religioso: bodega, botica, cristal, historia, poesía, ángel, diablo, paraíso (no infierno), olivo, espárrago, rábano y muchísimos más. Más tarde, llegaron más préstamos griegos a través del árabe. El griego, a través del latín, también dejó léxico cotidiano: ampolla, ancla, baño, cesta, cuchara, cuerda, espada, lámpara, linterna, sábana, cámara, piedra, plaza, mármol, torre y yeso.

Durante la era hispano-romana, desde el siglo V de la era común (EC), hasta el siglo VIII EC, las lenguas germánicas influyeron sobre el castellano (excluyendo los anglicismos modernos), sobre todo el visigodo: barro, brasa, espuela, fresco, jabón, rico, robar, pata, yelmo, tregua, banda, espía, ropa, guerra, guardia, entre muchos otros.

El superestrato que mayor relevancia tuvo fue el árabe como consecuencia de la invasión morisca del año 711 EC. Desde que invadieron la península en el siglo VIII

hasta su expulsión con la caída de Granada en 1492, éstos penetraron todos los ámbitos de la vida cultural en Hispania. La cultura árabe era considerada más culta y prestigiosa durante la Edad Media. Ésta influyó en el ámbito literario por medio de las jarchas y la poesía épica de la época en la península. Por el prestigio cultural del árabe, muchos sinónimos árabes remplazaron lo hispano-romano. Muchos de los préstamos estaban relacionados con el vocabulario de la política, del comercio y del lujo. Estas palabras comienzan con el prefijo “al-“como alcalde, aldea, almirante, almacén, barrio, ojalá, almohada, alfombra, jarra,taza y cantidades más. Incluso, términos botánicos, agrícolas y comerciales: aceite, aceituna, acelga, albaricoque, alfalfa, berenjena, azúcar, naranja, aduana, ahorrar, alquiler, tarifa, etc. No cabe duda que la invasión árabe de casi ochos siglos dejó un legado permanente en casi todos los campos del léxico español y en la formación de nuevas culturas como las culturas mozárabe y Al-Andalus.

Evolución del latín clásico (LC) al latín vulgar (LV):

Algunas diferencias importantes entre el latín clásico (LC) y el latín vulgar (LV): simplificación de las vocales, de diez vocales (10) a siete (7). El LC tenía diez (10) vocales y tres (3) diptongos: cinco (5) vocales cortas (abiertas) y cinco (5) largas (cerradas). La ĭ corta se acerca a la ē larga y la u a la ō larga y terminan fundiéndose. Por lo tanto, en el LV ya no hay vocales largas y cortas. Las largas tienen una evolución uniforme: ī → e, ē →e, ā → a, ō →o, ū →u. Las vocales medias pueden ser abiertas o cerradas: e, Ɛ, ǫ, o.

Las consonantes también se simplificaron: desaparición de –m y [h]. Las dobles/geminadas se simplifican: pp, tt, kk pasan a p, t, k y estas mismas oclusivas sordas se sonorizan entre vocales y “r” [p,t,k] → [b,d,g] → [ß, ð, r], se fricativizan en el mismo ambiente y hasta pueden llegar a desaparecer magis → mais → más. El LC no tenía consonantes palatales [ŋ,y, č, λ ] o fricativas [ß, ð, z, y, w, r]. Incluso, no tenía la fricativa interdental [θ], ni africadas [č, ĵ]. La oclusiva velar sorda [k], grafía “c”, seguida por las vocales anteriores [i, e], se palataliza y evoluciona en la africada [č] y la “qu” [kw], delante de una “a” se quedó: quando. También hay simplificación y asimilación de muchos grupos consonánticos: ns → s, nct → nt, gr → r, ps → ss → s, pt → tt → t, mn → nn → ñ. La grafía “v” [w] se confunde y pasa a pronunciarse [b], creando alófonos de b/v: plebes non plevis según el Appendix Probi. La yod va a palatizar vocales al igual que consonantes o grupos consonánticos, ocasionando cambios importantes y radicales [ver #4].

Algunos cambios en el sistema morfológico del LC al LV: pasó de lengua sintética a analítica, especialmente en sistema verbal de los perfectos con el auxiliar “haber”.

El latín clásico no tenía artículos ni pronombres de la tercera persona singular, los cuales evolucionaron de los demostrativos ille, illa, illud. Los artículos indeterminados surgieron naturalmente de los numerales y se mantuvieron: unu > uno, unos > unos, una, unas. Los 3 géneros del LC (m, f, n), pasaron a 2. En el latín vulgar, el neutro se pierde o se funde con el masculino.

Los 6 casos que marcaban la función del nombre de la oración eran: nominativo (subjuntivo del nominativo.), vocativo (discurso directo), genitivo (posesivo), dativo (complemento indirecto), acusativo (complemento directo) y el ablativo (instrumento), los cuales se redujeron a solamente 2 casos en el LV: nominativo y el acusativo. Las 5 declinaciones pasaron a 3 declinaciones: las 3 primeras se quedaron y la cuarta se fundió con la segunda y la quinta con la tercera. La terminación “-a” (plural), pasó a la primera declinación que estaba formada por los nombres femeninos.

La evolución de las vocales del latín clásico (LC) al español:

El LC tenía 10 vocales, 5 cortas que tienden a ser abiertas, más bajas y relajadas y 5 largas que tienden a ser más cerradas y 3 diptongos. La vocal ĭ corta se acerca a la ē larga y la ŭ corta a la ō, finalmente terminan fundiéndose en le latín vulgar (LV):

LC:īĭ,ē,oeě,æā,ăŏō, au, uū
LV:ieɛaɔou

Es decir que las largas: ī, ē, ā, ō, ū tienen una evolución sencilla: i,e, a, o, u. La ā y ă se funden en una sola [a]. Ya no hay largas ni cortas. Las vocales medias pueden ser cerradas (ẹ, ọ) o abiertas (ɛ, ɔ) y el diptongo oe se une en la ẹ cerrada y la ě y el diptongo æ confluyen en la ɛ abierta y la ŏ corta es ahora la o abierta [ɔ]. La ō larga y la ū y el diptongo au evoluciona a una o cerrada [o]. Todas las vocales, menos la ă y la ā que terminan en una [a], sufren cambios: la ǐ > e (cerrada); la ě > ɛ/ȩ (abierta); la ŭ > o (cerrada) y la ŏ > ǫ/ ɔ (abierta). Este contraste de cerrado/abierto va a desaparecer por ser átonos, de forma que las 7 vocales llegan a ser 5, ya que las cerradas ẹ, ọ a las vocales tónicas del español: > e, o respectivamente en el español. Dicho de otra manera, la evolución de las vocales del LC al LV, evolucionaron a las vocales tónicas del español:

LC:īy,ē,o,eě,æā,ăŏō, au, uū
LV:ieɛaɔú
Esp:ieaoueu

Las iniciales se conservan, no hay diptongos en las sílabas átonas iniciales. Ya no hay vocales largas o cortas, hay solamente i, a, u y las vocales ǐ corta, ẹ cerrada y la ɛ abierta se confluyen a solamente una vocal átona inicial, al igual que ǫ, ọ, u > o. Muchas de las vocales átonas internas se van a perder por el proceso de elisión síncopa al igual que algunas átonas finales, sobre todo la ī > i > e y las vocales ẹ, ɛ > e, es decir, las abiertas y cerradas pasan a ser una “e” átona a final de sílaba o palabra. Las vocales del LV ǫ, o, ū > o por las mismas condiciones, o sea que la u > o átona a final de palabra. Las vocales internas átonas, antes de la tónica se pierden todas menos la [a], es decir i, ẹ, ɛ > Ø y ǫ, ọ, u > Ø, elisión apócope.

También, va a aparecer una adición vocálica protética delante de “s-” (i>e) y algunos hiatos cambian a diptongos por la yod (vinea > vinia). Esta yod va a modificar

muchas evoluciones en las vocales. Por ejemplo, la yod va a subir las vocales un grado hacia arriba, asimilación palatizada, excepto la “i” y la “u”, porque ya no pueden subir más. La “e” más yod > i, ɛ más yod > e, la a > e, la ǫ > o y la o > u. La “a” más yod > ie > e (amei > ame).

El siguiente esquema es un resumen de la evolución de las vocales del LC > LV > castellano:

LCLVTónicasÁtonas+ yod
Inicialfinalinterna
īiiie/ØØ
ǐ
ēeee/ØØe>i
oe
ěɛieee/ØØɛ>e
æ
āaaaaaa>e
ã
ŏǫ/ ɔueooØɔ>o
ō
auoooØo>u
ũ
ūuuuoØ

Los efectos de la yod en las consonantes españolas:

La creación de la semiconsonante yod [j] del LV (latín vulgar), cuando la “e” átona se convierte en la yod. Esta yod y muchas otras yodes produjeron cambios consonánticos a lo largo de la historia del latín al romance al español y su desarrollo/evolución y la manera en que afectó ciertas consonantes vienen de diferentes fuentes. Una de las primeras es a causa del diptongo “ié” inestable en el LV como la evolución de [x]: muliére > muller > mujer, es decir que a causa del diptongo inestable, la l + yod > j [x]. Otro caso es t + yod > z [dz], porque algunos hiatos se palatizan: puritia > pureza. Lo mismo sucede con la k + yod en bracciu > brazo. El origen de la fricativa sorda interdental castellana [θ] procede de los dos ejemplos previos de ts > ș y dz > ᶎ > ș > [θ]. La yod no afectó las bilabiales b/v, ya que las consonantes bilabiales se conservaron al ser palatizadas: rabia > rabia o noviu > novio. La d + yod > y/Ø: hodie > hoy, sedea > seya > sea, donde la yod más e/i > Ø. Uno de los orígenes de la africada palatal [č] es por la asimilación palatizada de consonante +/+yod: codeare > cuchara. La nasal palatal [ŋ] también originó de n+yod, Hispania > España. En el caso de g+yod > yod [y], arrugiu > arroyo, la g se

palatizó, aunque la yod en este mismo ambiente con la “gi”, se pierde: legione > león, corregia > correa, la yod+e/i > Ø. c’l/g’l/t’l se palatizan y> λ> ʒ > ʃ > j cuando una “u” interna está entre este grupo consonántico: apicula > abeja, oculu > oclu > olju > ojo, vetulum > viejo. [KS] con grafía “x” se palatiza: exemplu > ejemplo, aunque pasó por unos cambios antes de llegar a [x] (ks>js>j ʃ > ʃ > x). Otro efecto de la yod es en kt > č: nocte > nojt > noche.

Algunos cambios importantes que afectaron al español a partir de la Edad Media:

Confusión de los fonemas b/v en alófonos. La grafía “v” [w] se confundió en la escritura y pasó a pronunciarse [b] (plebes non plevis, según el Appendix Probi). La f>h, fervir > hervir [jervir], con una “j” áspera, que eventualmente desaparecería, dejando la “h” muda. Aunque ciertos dialectos conservaron la “h” áspera y todavía se pronuncia en halar/jalar, harto/jarto, serían ejemplos de las “h” que no son mudas.

Otro cambio sería la evolución de las sibilantes: de africadas dentales a fricativa interdental sorda, ts>ş y dz > ᶎ y ambas se transforman en ş > Ø [káθa] y la fricativa alveolar en alveolar sibilante sorda: s>s ; z > z y ambas se transforman en s [kása] y de la fricativa sorda velar [x]s > s ; ʒ > ʒ y ambas se transforman en ʃ > x [káxa] a finales de la Edad Media ʃ pierde su africación y en el siglo XVI pierde la sonorización aunque t ʃ queda igual [č]. Otro cambio desde la Edad Media es la confusión de ll y λ (callo vs. Cayo), resultando en yeísmo. Las consonantes o grupo consonánticos se simplificaron y la debilitación y desaparición de la “s”.